
En el Congreso se está tratando una ley para declarar a la lengua de señas lenguaje oficial de la comunidad sorda argentina. El proyecto tiene media sanción en Diputados, en donde fue votada por unanimidad, y está pendiente su tratamiento en el Senado.
Sobre este proyecto se ha escuchado muy poco por ahí, pero afecta a muchas personas. La lengua de señas argentina, a pesar de enseñarse en el país desde hace un siglo, no ha sido nunca reconocida como una lengua oficial por derecho propio, lo que hace sus hablantes sean, para el estado y para todo efecto legal, sin lenguaje, o sea, incapaces o idiotas. De hecho, el Código Civil argentino declara que toda persona sorda que sea incapaz de leer y escribir es automáticamente debe ser declarada automáticamente incapacitada y sometida a tutela de por vida como si fuera un menor de edad.
Para cualquiera que haya estudiado o le interesen los temas relacionados con el lenguaje y la comunicación, la historia de las lenguas de señas es fascinante. Hay un libro excelente de Oliver Sacks que se llama “Viendo voces” en el cual se relatan muchas de las cuestiones relacionadas con la lengua de señas.
Las señas son el medio de comunicación por excelencia de las personas sordad. Como dice Sacks, si dos personas sordas se encuentran inmediatamente comenzarán a señar, de manera espontánea y aunque no hayan sido educadas en un lenguaje en particular. Por lo menos desde la Edad Media, las descripciones dan cuentan de que en cualquier grupo de niños sordos (escuela, taller) se desarrolla rápidamente una proto-lengua señada, sea esta enseñada o no por los maestros.
La lengua de señas es el “hogar” lingüístico natural de las comunidades sordas y un lenguaje que accede a niveles de abstracción y formalización tan importantes como el hablado. La gramática de la lengua oral se basa en la utilización diferencial del sonido, en los fonemas y tonalidades; la gramática de la lengua de señas se basa en la utilización diferencial del espacio. La lengua oral es unidimensional, ya que se desarrolla sólo en la dimensión temporal, mientras que la lengua de señas es cuatridimensional: suma la dimensión temporal a las tres espaciales. El lenguaje oral tiene doble articulación, y la lengua de señas también, hasta cierto punto, aunque su relación de motivación es mucho mayor (y, por ende, menor la convencionalidad del signo.)

Sacks cuenta que en desde 1700 hasta mediados del siglo XIX la educación de sordos a nivel mundial alentó y desarrolló la enseñanza y la formalización de las lenguas de señas. Ahí se abrieron escuelas para sordos con maestros sordos, en las cuales el lenguaje primario era el señado. Pero a finales del siglo XIX la pedagogía positivista comenzó a mirar a la lengua de señas con desconfianza, como si fuera un dialecto inferior a los lenguajes hablados, y finalmente en 1880 el Congreso de Sordos de Milan prohibió oficialmente las lenguas de señas. (Para llegar a este resultado se excluyó de la votación a los maestros sordos: los no sordos decidieron el destino de las comunidades sordas de todo el mundo.)
En las escuelas para sordos, los alumnos tenían prohibido comunicarse por señas. Los padres de hijos sordos no aprendían a comunicarse con sus hijos mediante señas y toda la pedagogía sobre sordera estaba dirigida a enseñar a los niños sordos a leer, escribir, a vocalizar y a leer los labios. Si se encontraba a dos niños señando (lo cual siempre sucedía, porque aún en situaciones de prohibición los chicos furtivamente recurrían a las señas), eran castigados.
El único lenguaje de señas “aceptado” era ese en el cual a cada letra del alfabeto hablante le corresponde una seña. Pero este alfabeto es una invención de los oyentes, es secundario al lenguaje oral ya que con las letras se forman “palabras”, es mucho más lento, menos expresivo y puede “transportar” menos información que el lenguaje de señado complejo, en el cual a cada seña le corresponde un signo completo, y es, por lo tanto, en general detestado por las comunidades sordas.
A principios del siglo XX los adultos sordos perdieron además toda posibilidad de decidir autónomamente cuestiones relacionadas con la vida de la comunidad sorda. Los pedagogos, los maestros, los “expertos” en sordera pasaron a ser todos oyentes. Por ejemplo, Gallaudet, la primera universidad de sordos del mundo, sólo tuvo un rector que señara en la década del ochenta, y esto luego de una revuelta estudiantil. Hasta ahora, Gallaudet nunca tuvo un rector sordo (y hubo por esto otra revuelta estudiantil hace dos o tres años).
Una persona sorda que señe no puede realizar un trámite en una oficial estatal o en una escuela a menos que lleve con ella un intérprete; si tiene un accidente y termina en una guardia de hospital no puede comunicarse de ninguna manera con los médicos si está sola; si tiene algún problema y debe ir a una comisaría su testimonio no es aceptado a menos que pueda poner todo por escrito. Las personas sordas son frecuentemente víctimas de violencia o maltrato policial, ya que la policía las detiene y, si no leen, les hace firmar cualquier cosa y luego las extorsiona.
Es así, falta mucho en estas cosas todavía…
Update: Acá está disponible el texto de la ley en el sitio del Congreso de la Nación.
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