
Que la Palabra no pierde vigencia, sino que cobra fuerza cuando oramos mientras miramos a nuestro alrededor, levantando la vista.
Trató el Señor de ciegos y sordos a su pueblo Israel, a Jeshurún el perfecto, Era este pueblo destinado por Dios a ser el heraldo entre las naciones y no supo cumplir su función, tenía instituciones civiles y religiosas, toda una organización para vivir conforme a su llamado y, se hizo idólatra.
La Iglesia hoy atraviesa situaciones similares, muchos viven atemorizados y humillados en cárceles espirituales y no hay quien haga justicia, no hay quien diga: Devuelve. Diferentes nombres para justificar el mismo mal de antaño: la negligencia, “Las multitudes se arruinan por no observar lo que no pueden dejar de ver.” Hoy nos escudamos tras el temor, el silencio, la edad, el género, el trabajo, en definitiva: superficialidad y desobediencia al Rey.
¡Contra Ti hemos pecado Señor! Nos hemos fragmentado en vez de hacer causa común contra el mal. Erramos al blanco combatiendo entre nosotros en vez de ser uno contigo. Barreras denominacionales, doctrinales, carnales, minan nuestras fuerzas como “las zorras que echan a perder las vides en ciernes”.
Esfuérzanos Señor a ver lo que realmente tenemos que ver, ayúdanos a reunirnos todos tus hijos bajo tu nombre, a congregarnos en el Espíritu como un solo hombre sin distinciones y las gentes dirán: “Es verdad” y Tu dirás: “Ustedes son mis testigos fieles”
¿Quién lo impedirá? ¿La ETA?, ¿la gripe A?, ¡Quién se levantará si solo Tu eres Dios!
Perdónanos Padre porque no sabemos lo que hacemos y re edúcanos por amor de tu Nombre. Amén.
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