
Pilar Barragán tenía 22 años cuando desarrolló una enfermedad que la dejó ciega en cuestión de días y que poco después la llevó a perder el oído.
Fue así como pasó a formar parte del grupo de 27.000 sordociegos que, según el Dane, hay en el país.
Tenía motivos para sentirse sola y excluida: “Pensaba que era la única”, dice. El silencio y la oscuridad que la rodearon durante los últimos 12 años encontraron, finalmente, una salida en el aula de tecnologías de la información del colegio Filadelfia para sordos de Bogotá.
Este espacio se abrió hace 10 meses como parte del proyecto Conectando Sentidos, del Ministerio de comunicaciones y la Asociación Colombiana de Sordociegos (Surcoe), que inauguró tres aulas más en Bogotá, Cali y Medellín. Lo que buscan es ofrecerles a los sordociegos acceso a la información y posibilidades de socialización, según Andrea Soto, coordinadora del proyecto.
“Ahora me siento acompañada, tengo amigos y estoy aprendiendo”, dice Pilar, que sueña con volver a trabajar.
En la sala de tecnología los usuarios aprenden a comunicarse en braille y en la lengua de señas colombiana. Por su condición, algunos deben hacerlo a través del tacto, como Guillermo, un peluquero de 53 años que nació sordo y que con el tiempo fue perdiendo la capacidad visual.
Una vez los mecanismos de comunicación funcionan correctamente, Diana Acosta, instructora de la sala, los lleva a tecnologías especializadas. En el aula encuentran un sistema de línea braille, que reproduce en ese lenguaje la información del computador, e impresora braille.
Además, para quienes conservan grados mínimos de visión y audición está el software jaws, que lee en voz alta la pantalla del computador; la telelupa, que reproduce en pantalla gigante textos, y un amplificador auditivo.

COLOMBIA
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